Tuesday, August 30, 2016

EL MANGOS EN:

ROPERO EN LA HABITACION 

Solía tener un ropero en mi habitación, era de tamaño medio con dos puertas corredizas que separaban dos secciones del mismo. En la mitad izquierda tenia un tubo en el que colgaba mis camisas y trajes en ganchos como en cualquier guardarropa, la mitad derecha tenia una sección de pequeñas repisas y una puerta con espejo de cuerpo entero que las mantenía ocultas. Durante el día, después de arreglarme, sin darme cuenta siempre dejaba la corrediza derecha abierta dejando descubierto el espejo y así permanecía hasta la hora de dormir.

Lo ignoraba hasta ya entrada la madrugada cuando cierta incomodidad me despertaba de algún buen sueño, al levantar la cabeza lo primero que me dirigía a observar era el ropero y aunque no veía directamente el espejo no soportaba la sensación de que estuviera expuesto, así que me levantaba de la cama, caminaba a tientas apoyado por la escasa luz de las farolas de la calle que se filtraba por pequeños espacios de las gruesas cortinas hasta llegar al mueble, ya frente al espejo y con pesadez en los ojos miraba unos segundos mi irreconocible figura reflejada. A veces le disparaba una mueca que no lograba distinguir en la oscuridad, otras veces lanzaba una sonrisa adormilada en las que ocasionalmente la luz me permitía distinguir una leve linea blanca en la cabeza de aquella oscura silueta y otras tantas veces solo estiraba el brazo y deslizaba la puerta.

Esa horrible incomodidad nocturna se volvió una rutina siniestra por casi dos años, pero no le presté importancia hasta hace cuatro noches.

Como era de esperar esa incomoda sensación me despertó de súbito, pero esa vez de una forma diferente, pues una helada brisa salida de no se donde se coló por debajo de dos pesados cobertores y me recorrió el espinazo de forma ascendente hasta la nuca, el frío me hizo levantar la cabeza e instintivamente  mis ojos se dirigieron al ropero y por primera vez sentí duda, en ese momento no quería levantarme, ni acercarme al ropero, ni ver mi irreconocible reflejo burlón en la oscuridad. Sin embargo no podía soportar la idea de volver a dormir con el espejo expuesto durante la noche.

Entonces, decidido a terminar con el nocturno y acostumbrado ritual, me levante con mas pesadez que nunca y caminé a tientas hasta el ropero, esta vez sin el apoyo de la fiel luz de la calle. Con el cuerpo tembloroso por el frío levante el brazo y comencé a cerrar lentamente la puerta hasta la mitad pues algo del otro lado captó toda mi atención; la luz de las farolas se colaba levemente en esa habitación alumbrando lo suficiente para notar un bulto moviéndose por debajo de las cobijas en la cama pero al dar vuelta mi habitación estaba completamente en la oscuridad, volví la mirada de nuevo al espejo y mire al bulto desprenderse de las cobijas y levantarse de cama, su cabeza se movía como si estudiara el espacio y lentamente se acerco al ropero, el temblor de frío se convirtió temblor de miedo y mientras mas cerca estaba mas se estremecía mi cuerpo, hasta que al fin, esa figura estaba frente a mi del otro lado del espejo,

Nos quedamos inmóviles durante un minuto mirando nuestras oscuras siluetas hasta que una enorme y arqueada linea blanca se dibujo en su rostro, después de eso estiró el brazo y cerró por completo la puerta del ropero. Desde esa noche la luz de las farolas no ha vuelto a alumbrar ni un poco esta oscura habitación.